Mi abuelita nos contaba acerca de dos viejitas que eran hermanas solteronas y vivían en una casita de un pueblito lejano. No tenían sanitario ni letrina y por las noches, salían a hacer sus necesidades entre la Milpa.
Un día, una de ellas, la menor, le comentó a la otra:
- !Ay hermana, no sé qué hacer! siempre que salgo en la noches a hacer aguas, veo un bulto que se mueve delante de mí, allí en la obscuridad. ¿Vos no lo has visto?
- Bueno, como yo ya estoy algo ciega y medio sorda, ya no me doy cuenta de nada. Pero, ¿no le has hablado?, le preguntó la hermana mayor.
- !No, como creés que le voy a hablar!, si me da mucho miedo, a veces me quedo a medias porque me asusto y mejor me'ntro rapidito todavía algo a calzón bajo. Si debe ser un duende o un enanito, porque es un bulto chiquito y algo gordo.
-!Nooo!- replicó la mayor-, dicen que esos bultos, son almas en pena y la mayoría de las veces, se aparecen porque han dejado algún dinerito enterrado por allí. Hay que preguntarle, qué es lo que pena. Armate de valor hermana, porque a lo mejor salimos de pobres con la almita, por algo se te ha de aparecer. Hablále y yo después te curo de susto con guarito y ruda.
- Voy a tratar - contestó la otra todavía no muy convencida con la idea de estar hablando con seres del más allá.
Esa noche, la pobre hermana menor se despertó por las ganas de orinar, aún asueñada salió como acostumbraba, a relajar la vejiga detrás del arbolito de siempre. De repente, empezó a ver que frente a ella, unas milpas se movían y recordó que si se trataba del "espanto", tenía que hablarle.
Efectivamente alcanzó a ver aquel bulto, que hacía lentos movimientos entre la obscuridad y unos ruiditos raros. Antes de preguntarle cualquier cosa, la viejita hubiera preferido salir encarrerada, pero pensó en el posible tesoro que podría estar despreciando. En un sólo temblor, se decidió a hablar con el "espíritu".
Con la voz trémula, asustadiza y entrecortada le preguntó calladita:
- Aaa...alma dee la o...otra...Carraspeó para hablar un poco más claro, pero por el miedo le salió muy fuerte y casi gritando exclamó: !¿QUÉ PE...PENAS?!
Y una vocecita apretada y delgadita le respondió:
- Un olote pa' limpiarme el fundío...
Así que no había fantasma alguno, ni mucho menos tesoro para salir de pobres. Era sólamente la hermana mayor que salía casi a la misma hora a sentarse a hacer algo más pesadito, en aquel punto marcado entre la milpa, para esos menesteres.
Imagino que así debieron de ser muchas de las apariciones que contaba la gente de antes, pues debido a la falta de luz eléctrica, y entre la penumbra de la velas, había mucho para imaginar. Lo curioso es que todos siempre esperaban encontrar una ollada de pisto. ¿Quién no?
Olote: El tronco que queda luego de desgranar la mazorca.
Pepenar: Recoger del suelo, rebuscar.
Photo Pénombre* by imapix