Ahora que ando medio tunquita, porque me quebré la muñeca, me acordé de un curandero que hace años era muy famoso por allá por el Oriente de Guatemala. Llegó a mis oídos que todo aquél que iba con este señor con un hueso fracturado, salía de allí sin yeso alguno, porque el curandero se los quitaba. Tras hacerles un sobamiento les garantizaba la sanación de la fractura, pidiendo al enfermo sólamente, el yeso de recuerdo para demostrar, tal vez, que sabía más que los mismo médicos..
Lo único duro era que dicha sobada, iba sin anestesia o a lo mejor tras empinarse un octavo de Indita. Ya imagino que muchos, haciéndose los muy machos, se aguantaban la jalada así nomás, aunque tuvieran que llevar cambio de calzoncillo.
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Nos fuimos mi papi y yo en busca del famoso quita-yesos, para ver si estaría interesado en salir en la televisión internacional, mostrando al mundo sus habilidades con los huesos. Contacté antes, al alcalde municipal del lugar para que me echara un empujoncito con el curandero. Andaba medio preciso el alcalde el día que hablamos por teléfono y sólamente quedamos en reunirnos en una tiendecita en el centro del pueblo, antes de hacer la visita.
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Llegamos con mi papi a la hora acordada, pero pasó el tiempo y el alcalde no se apareció, por lo que decidimos ir solos a buscar al curandero. Mi papi, al ser oriundo de un pueblo cercano, estaba seguro de poder encontrar la casa y así lo hizo.
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Tras andar por un camino empedrado y sobre tierra árida, dimos con una casita de esas de oriente, hechas de adobe y tablas e inmediatamente me bajé, fascinada de ver un montón de yesos tanto de manos, piernas, brazos, hombros y otros más, que colgaban alrededor de las vigas interiores de la casa. Imaginaba cómo iba a armar mi reportaje y las tomas que le diría a mi camarógrafo que hiciera con todo y la convocatoria de gente que diera testimonio..
Mientras construía mi historia en la cabeza, saludaba con un amable "Buenos Días", pescueciando para adentro ya que nadie venía a nuestro encuentro..
En eso, no sé de dónde, salió un hombre canche, con el pelo y las cejas paradas, y sin decirme nada, se me quedó viendo. Yo muy cordial pregunté si era él quien curaba a las personas con huesos rotos, a lo que contestó positivamente. Seguí con mi introducción presentándome como periodista, admirando su trabajo y ofreciéndole aparecer en televisión..
- ¿En qué dice?- me preguntó arrugando la frente.- En la televisión- le dije muy contenta.
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-¡Ush! - exclamó extrañado- ¿y quién chingados le dijo, dunde viviya yo? - de nuevo me preguntó golpeadamente. .
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- El alcalde-, le respondí de inmediato con una gran sonrisa, según yo quedando bien.
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- Yo a ustedes ni los conozco - nos dijo ya algo bravo- mejor váyanse, váyanse, no quiero saber nada de ese alcade, ni de esa babosada donde dice que yo gua a salir..
A explicarle iba que no teníamos nada que ver con el alcalde nosotros tampoco, cuando el hombre dio una revuelta y se entró a su casa..
Mi papi y yo, no sabíamos mucho qué hacer, pero él me estaba aconsejando que mejor nos fuéramos y empezamos a caminar hacia la calle. En eso estábamos, cuando por otro lado salió aquél viejo cejas clinudas, con los ojos rojos y un gran machete en la mano.
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- ¡VÁYANSE A LA MIERDA, HIJOS DE PUTAAA! - gritaba, mientras nos perseguía a paso redoblado. .
- Más vale que hagamos caso mijita- me dijo mi papá, sabiendo que aquél hombre no estaba jugando.
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Ya metidos en el carro, mi padre preocupado, reaccionó y me preguntó si me había asustado, pero ambos nos vimos las caras y empezamos a reírnos a carcajadas.
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-Qué bueno que nunca has sido asustadiza, mija- me dijo mi papi dándome una palmadita en la espalda - porque de lo contrario, este trabajo no fuera para vos. Pero en Oriente, nunca pensés dos veces en alejarte cuando veás un machete desenvainado. .
Regresamos al pueblo y nos detuvimos en la misma tienda a tomarnos una agüita, cuando llegó el alcalde, siempre apresurado, pidiendo disculpas por no haber llegado a tiempo a la cita (eran como 2 horas más tarde). Y antes de que le contáramos nuestra aventura con el viejo quita-yesos, nos dijo:
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- Se me olvidó decirle por teléfono que si van, no le vayan a decir que los mando yo, porque ese viejo no quiere a mi familia..
Tarde me advirtió el alcaldito, pero sigo pensando que lo que más asustó al viejo quita-yesos, fue la idea de salir en la tele...
Dado que ese señor lo más seguro es que a estas alturas, ya no se dedique a quitar yesos, porque ya estaba entrado en años, y dado también que don Pedrito "el soba-huesos" de Ciudad Vieja, ya pasó a mejor vida (de quien les haré un post muy especial en un futuro), no me queda otra que quedarme con mi mano como está y esperar, como dijo Batman, que me firmen virtualmente el yeso. Sé que ustedes son muy creativos y me soprenderán con sus recuerdos.
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¡¡Si supieran cómo me tardé escribiendo este post!!
Recuerdo que cuando tenía 8 años, también me quebré la misma mano, haciendo oficio en mi casa, pero el yeso me servía para darle en la shola a los patojos que me molestaban. Foto por AnaJana.