COSAS DE MILITARES Y MUSICOS
Estas charadas me las contaron unos mis tíos, que al igual que las tías no se quedan atrás con sus anécdotas. Verlos contando las babosadas es para morirse de risa.
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Me contaba un mi tío, que era mecánico de aviación que un día le llegaron a regalar un costal de naranjas a un coronel, jefe de ellos, el cual tenía un habladito agudo muy peculiar. Sabiendo que sus subalternos eran bastante fregados les advirtió: "Cuidadito se hartan mis naranjitas, porque los voy a joder".
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Uno de ellos, que se las llevaba de muy listo desobedeció al coronel y se empezó a comer las naranjas y para no sentirse solo en la falta, repartía a sus compañeros. Los otros más listos, entre ellos mi tío, se fueron a lavar las manos inmediatamente. Pero el hartón siguió comiendo hasta que le bajó bastante al costal. En eso, venía el coronel y cuando vio que ya habían caminado las naranjas, muy enojado dijo : "!Por poco se hartan todas mis naranjitas".
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Inmediatamente formó a todos y decidió pasar revista de manos, oliéndole los dedos a cada uno. Los que habían lavado estaban sin pena, pero el otro que no alcanzó a echarse agua, viendo que ya iba cerca de él, decidió restregarse bien los dedos entre el fundío.
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En el momento que pasó el coronel oliéndole las manos, lo único que pudo decirle fue: !"Putaaaa usted, como le hienden a culo las manos!" Y lo mandó a lavarse en ese instante. Así que nunca pudo resolver el misterio de sus naranjitas y no logró arrestar a ninguno.
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Otro tío me contó de un músico militar, que siempre llegaba tarde a los toques, por lo que toda la vida resultaba arrestado. Ya estaba amenazado de que si una vez más llegaba tarde lo iban a suspender. Pero como también le gustaban los traguitos, eso era lo que lo atrasaba. Le tenían de apodo "Papayita".
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Así que un día se dio cuenta de que ya era tarde y andaba con otro compañero, por la calle Martí y no pasaban camionetas y lo único que pasó fue una carreta de basura, de aquellas que las jalaba un caballo. Le ofrecieron 5 centavos al "cochero" para que los llevara a la Concha Acústica. Pero Papayita cuando vio que no se apuraba, y todavía iban por el parque Morazán, le ofreció otros sus 5 centavos al de la carreta, para que lo dejara manejar a él y así tomó las riendas para llegar. A puro galope, se subió al parque centenario con todo y carretón de basura y llegó justo a tiempo que iba a comenzar el concierto. Claro, que eso fue hace añales, cuando 5 len servían para algo.
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Pero este Papayita tiene muchas historias. Otra vez, tenía que cumplir con un toque particular de unos 15 años. La cosa es que, como siempre llegó tarde y esta vez, bien bolo. Los otros músicos de la orquesta estaban nerviosos porque no llegaba, en eso lo vieron venir y le dijeron que se apurara. Como en el escenario estaba en alto, él tambaleándose les gritaba desde abajo: "Ya voy muchá, ahorita, ya voy llegando".
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Iba tan borracho que al subir las gradas del escenario, perdió el equilibrio y se cayó sentado sobre el pastel de la quinceañera. Asunto que puso al papá de la cumpleañera sumamente enojado y agarrando del pescuezo al músico lo sacó de allí a puras patadas.
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El Papayita, todo embarrado de pastel y aún haciéndose el muy orgulloso se paró en la puerta y gritó: "!De mejores lugares me han sacado!". En eso, se lamió un brazo y exclamó: "!Y ni que rica estuviera esa mierda de pastel!".
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Son muchas las historias que me cuentan mis tíos. Pero, otro día les cuento otras.
Quiero dedicar este post a mi tio Julio, que acaba de morir y nos dejó muchos recuerdos alegres. Fue quien me contó la anécdota de las naranjitas. Gracias tío por su compañía, sus chistes y sus canciones. Ya sé que Dios lo tiene en un lugar privilegiado. Siempre vivirá en mi corazón.
Foto: www.stonek.com
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Etiquetas: Familia